viernes, 17 de noviembre de 2023

VIDA Y DOLOR : AMOR

Me habló la vida diciendo:

-Tú parirás hijos, más tus hijos, serán los hijos de la vida, y no los tuyos propios.

Me abrí el corazón y lo expuse ante el mundo diciendo:

-¿Creéis acaso que pasaré nueve lunas hasta parir un hijo con dolores de muerte para entregárselo al mundo?

Más tarde, concebí los hijos de la vida, y fueron revelando sucesivas frondosidades, desconocidas, en el fondo de mis entrañas, hasta llegar al caudal mismo de mi seno.

Aumentaron mis manantiales como un río caudaloso para amamantar la vida, sin tener en cuenta el día o la noche; y le dije a la vida:

-¿Cómo esperas que mi cuerpo se abra al mundo exponiéndose a infectarse con su maldad?

Pero mi cuerpo se abrió y, con violencia, expulsó la vida de su seno.

La vida venía con prisas, y siguió su camino fluyendo a la par que el mío. Más el mío, estaba aún en el empeño inocente de las dulzuras del amor.

La vida, se mezcló con otras vidas que iban río abajo, exigiendo de mis fuerzas carreras impensables hasta darle alcance. Y en el alcance, mi ser sentía morirse de dolor, pues la vida llevaba rumbo incierto. Eran sus días ofuscados cual sus noches, faltándoles oxígeno de pura vida.

Y la vida coqueteaba con la muerte entre tanto me decía:

-¿Acáso no tienes tú otras vidas?, pues déjame seguir mi camino.

Dejé a la vida seguir su rumbo, mientras el mío se tambaleaba incierto, por el desgarro de la muerte misma, en las propias entrañas de donde salió la vida.

Pasó algún tiempo, y allí donde hubo dolor y desgarro, sanó la herida y surgió una flor que se encontró con la vida; y la vida le dijo:

-Tú parirás los hijos de la vida, pues no serán tus hijos.

Pero yo, sabedora del peligro que corría, cerré las puertas al mundo con mil cerrojos sacados de las profundidades del corazón, y no dejé salir la vida de él. En él nacieron sus flores nuevas, hasta convertirse mi seno en frondoso jardín donde mi alma jugaba al escondite con el mundo. Cada vez que veía a la vida, mi alma daba un rodeo y cogía por el camino florido entretejido con guirnaldas del paraíso, no obstante, desde mi alma, siempre pendía una cuerda por si la vida quería subir por ella.